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Centroamérica y la revolución que no pudo ser (página 2)



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2. La
Revolución
en germen

Las frecuentes intervenciones militares estadounidenses
en Centroamérica y el caribe generarían movimientos
contestatarios a lo largo de todo el siglo XX. Seguramente, una
de las expresiones más representativas de este proceso fue la
guerra de
resistencia
desatada por Augusto Cesar Sandino en Nicaragua.

En 1926 había estallado la guerra civil entre
conservadores y liberales a causa de un golpe de estado
conservador. Entonces, Estados Unidos
desembarcó tropas en Nicaragua con el conocido argumento
de "proteger sus intereses" y, al poco tiempo
presionó a los contendientes para llegar a un acuerdo y
detener la confrontación bélica. Los liberales
cedieron ante la presión
norteamericana, logrando concesiones personales para ellos, pero
sin que se obtuviera transformar la sociedad
nicaragüense sometida por la economías de enclave
generadas por el capital
estadounidense. En ese momento, Sandino que era parte del
ejército constitucionalista de los liberales se
negó a levantar las armas hasta que
los norteamericanos hubiesen abandonado el
país.

De este modo, la guerra civil cobró un matiz
distinto. Esta vez era la oligarquía conservadora y las
tropas norteamericanas que trataban de someter a los rebeldes
encabezados por Sandino que había logrado despertar el
sentimiento de la nacionalidad
nicaragüense en contra de las tropas de ocupación. De
este modo, las fuerzas rebeldes compuestas fundamentalmente por
campesinos se refugiaron en la selva de La Segovia y desde
allí hostigaron y acosaron a las fuerzas norteamericanas.
Sandino había advertido que no levantaría las armas
hasta que hubiera abandonado el país el último
soldado estadounidense. Para la potencia
continental la lucha se había convertido en una
cuestión de prestigio y no podía tolerar que un
rebelde con un pequeño ejército campesino los
expulsara de este modo en momentos en que pretendía
convertirse en arbitro de la política regional.
Pero la situación se les mostraba cada ves más
adversa, puesto que la lucha de Sandino cobraba mayor
simpatía en sectores cada ves más amplios de la
población y aún en la opinión
publica latinoamericana que no podía dejar de ver con
respeto a aquel
patriota que se había alzado contra una fuerza de
ocupación de la potencia más grande del
hemisferio.

Finalmente para 1933, se realizaron elecciones en las
que salió triunfante el liberal Sacasa que había
llegado al acuerdo con Estados Unidos para que retiren sus tropas
a fin de pacificar el país. Solo de este modo, Sandino
accedió a parlamentar con el nuevo gobernante sobre las
condiciones de la pacificación. Sin embargo, la
traición se había incubado en el director jefe de
la Guardia Nacional Anastasio Somoza, hombre que los
estadounidenses habían propuesto a cambio de
retirarse. De este modo, Sandino sería asesinado por la
guardia nacional, poco después de que levantara las armas.
Era la cruel venganza del imperio.

Guatemala, por su parte, viviría otra experiencia
frustrante a partir de 1944, cuando un grupo de
oficiales pondría fin a un largo período de
dictaduras militares como cúspide de un proceso de
protestas sociales. De este modo, la junta revolucionaria de
militares convocaría a elecciones iniciando lo que se
denominaron los 10 años de primavera en el país
de la eterna dictadura
. Juan José Arévalo
asumiría el mando después de haber salido
victorioso en las elecciones e iniciaría un proceso de
transformación de la Constitución. De este modo, Guatemala
obtendría una nueva carta magna
inspirada en el constitucionalismo social promulgado en
Queretaro, al culminar la revolución mexicana. Se sentaba
de este modo las bases para una transformación de la
tradicional sociedad guatemalteca.

En 1951 la nueva justa electoral daría la
victoria al Coronel Jacobo Arbenz que emprendería una
proceso de transformaciones radicales sustentado en la nueva
doctrina de la constitución y apoyado por un movimiento
sindical cada vez más radicalizado e influenciado por el
Partido Guatemalteco del Trabajo
(Partido Comunista).

Es así que el nuevo presidente emprendería
un proceso de Reforma
Agraria expropiando tierras a los grandes latifundistas del
país, incluyendo tierras no productivas de la poderosa
United Fruit Company. Acá, como en el resto de las
repúblicas centroamericanas, el epíteto de
república bananera se había generado por el
terrible predominio de la United Fruit Company, que acaparaba
ingentes cantidades de tierra para
destinarlas a la producción de bananas, convirtiendo al
país en dependiente de la exportación de este producto.
Mantenía extensas cantidades de tierra sin cultivar para
especular con los precios de su
producto, mientras que una inmensa proporción de la
población campesina carecía de tierras y, por ende,
de medio de sustento. Por este motivo, la expropiación de
las tierra de la United Fruit se veía en la
población guatemalteca como una medida por demás
justificada.

Sin embargo, los sectores conservadores y latifundistas
del país no podían ver con agrado el proceso de
reformas. Por su lado, Estados Unidos, tampoco podía
permitir que un régimen cada vez más identificado
con el comunismo, en
media guerra
fría, no solo tomara el poder, sino
que además confiscara las tierras de su principal empresa en la
región.

Se instigó entonces la subversión contra
el régimen de Jacobo Arbenz desde la vecina Honduras.
Allá el coronel Castillo Armas, financiado por el
departamento de Estado
norteamericano (cuyo titular John Foster Dulles era antiguo
abogado de la United Fruit) y la misma United Fruit, al mando de
un contingente de mercenarios partió hacia Guatemala para
derrocar al régimen reformista de Arbenz. No se sabe hasta
que punto la subversión de Armas estaba confabulada con el
ejército guatemalteco, pero lo cierto es que el
ejército se negó a combatir a los sublevados dando
lugar al derrocamiento del presidente Arbenz. De este modo, uno
de los intentos más serios de sacar a una república
centroamericana de la dependencia de la United fruit y de Estados
Unidos fue frustrada y reinstaurados los regímenes
dictatoriales, así como el tradicional sistema de
economías de enclave.

3.
Los Somozas y los sandinistas

La historia de Nicaragua en el
siglo XX está marcada por la dinastía de la familia
Somoza. Su historia comienza con Anastasio Somoza García,
aquél hombre que los norteamericanos habían dejado
al mando de la guardia nacional y que tendió la celada que
terminaría con la vida de Sandino. Al poco tiempo, en 1937
y gracias a su férreo control de la
Guardia Nacional, Somoza asumiría el poder del
país. Al año siguiente reformaría la
constitución de tal modo que le permitiría gobernar
hasta 1947, año en que tuvo que dejar la presidencia. No
estaba en su ánimo, sin embargo, dejar el poder por el
simple hecho de las formalidades legales, así que lo
retomó en 1950 mediante un golpe de estado.

Su nueva dictadura se
extendería hasta 1956, año en que fue asesinado,
por un opositor político que se había infiltrado en
una fiesta que sus adherentes le hicieron en su honor. Tras un
breve interinato, el hijo mayor de Somoza, Luis Somoza
tomaría el poder en 1957 y gobernaría hasta el
año 63. No quedaron entonces ajenos al poder los Somoza,
puesto que el nuevo presidente, René Schick era hombre de
confianza de la familia. De todas
maneras, no era lo mismo gobernar con un títere que
hacerlo ellos mismos, así que en el año 1967, el
segundo hijo de Somoza, también llamado Anastasio,
tomó el poder y lo retendría (con una breve
interrupción entre 1972 y 1974) hasta el año 79 en
que fuera derrocado por la revolución
sandinista.

El hecho de que los Somoza pudieran gobernar durante
más de 4 décadas se debía no sólo a
su control sobre la guardia nacional, puesto que no siempre
fueron golpes de estado los que los encumbraron en el poder.
Efectivamente, lograron a veces victorias electorales. Lo cierto
es que su control sobre la sociedad nicaragüense no era
solamente militar y altamente represivo, sino también
económico.

Se trataba de un relación recíproca entre
su generación de poder y su generación de riqueza,
de tal modo que mientras más se extendía su poder
en el tiempo, más se extendía su riqueza en su
cuantía y a la inversa, mientras más ricos eran,
más tiempo podían gobernar. Tal era su dominio de la
economía
nicaragüense que la familia Somoza era de lejos la principal
propietaria de tierras en un país preponderantemente
agrario. Una vez, alguno de los Somoza fue consultado por un
periodista extranjero sobre la cantidad de tierras que
tenía la familia, a lo que el dictador respondió
"Que yo sepa, solo tengo una finca, se llama
Nicaragua".

Pero su riqueza no estaba exclusivamente concentrada en
el campo. También tenía la familia empresas en las
ciudades. En este contexto es conocido su monopolio
sobre la industria
lechera, puesto que impusieron una prohibición de vender
leche no
procesada, de tal modo que en Nicaragua sólo se
podía consumir leche de las empresas de los Somoza.
Así también retenían el control de la marina
mercante y de la aviación civil, para mencionar solo
algunas ramas bajo el control de los Somoza. Esta terrible
acumulación de riquezas era naturalmente
fraudulenta.

Su práctica corrupta adquirió dimensiones
inauditas en 1972, cuando Nicaragua se vio sacudida por un fuerte
terremoto. Las donaciones que llegaron de la solidaridad
internacional fueron guardadas en los almacenes de la
familia Somoza y posteriormente vendidas a la población
que requería urgentemente de alimentos por la
carestía generada por la catástrofe. Lucraron de
este modo, con la tragedia del pueblo.

No era pues raro que la familia Somoza se ganara
enemigos. Por ello tuvieron que estructurar una aparato policial
terriblemente represivo, con cárceles y campos de
concentración repletos de opositores políticos.
Pero una situación de esta naturaleza no
podía durar por siempre.

El germen de la destrucción del sistema somocista
fue creándose a partir de 1961 cuando un grupo de
estudiantes universitarios de clase media
baja, inspirados en la lucha de Sandino y con ideas marxistas,
formaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional
(FSLN).

Desde un comienzo el Frente Sandinista comprendió
que la derrota de los somozas solamente podía producirse
mediante una revolución armada, así que iniciaron
una guerra de guerrillas bajo la estrategia de una
guerra popular prolongada, inspirada en la Revolución
China. De este
modo, los destacamentos del Frente Sandinista se internaron en
los montes, formaron bases de apoyo entre la población
campesina y hostigaron a la guardia de Somoza.

La lucha guerrillera era, sin embargo, lenta y
terriblemente sacrificada, puesto que el ejército
hacía constantes operaciones de
cerco y aniquilamiento y los guerrilleros sandinistas, con
frecuencia, llevaban la peor parte en los enfrentamientos. Para
comienzos de la década del 70, la guerrilla estaba
atravesando su peor etapa, puesto que había sufrido varias
derrotas frente a la Guardia somocista y, además, varios
de sus principales líderes habían caído
presos a manos del aparato represivo del
régimen.

La situación de inminente derrota llevó a
los sandinistas a realizar una audaz, a la vez que desesperada,
acción.
El año 1974, una reunión de prominentes hombres del
régimen se llevaba a cabo en la casa de uno de ellos.
Entonces irrumpieron comandos
sandinistas en la casa tomando rehenes a todos ellos, exigiendo
liberación de sus compañeros, altas sumas de
dinero,
así como la publicación de una proclama
revolucionaria sandinista. El régimen de Somoza tuvo que
ceder ante la inminente posibilidad del ajusticiamiento de los
rehenes y la espectacular acción guerrillera tuvo una
resonancia no sólo nacional, sino también
internacional.

Los sandinistas habían logrado recomponerse con
la liberación de sus principales cuadros, habían
generado fondos para sus labores subversivas y, lo más
importante, obtuvieron una victoria política de
consecuencias incalculables puesto que toda la población
nicaragüense comenzó a tomar en serio a los herederos
de la lucha de Sandino.

No todo fue, sin embargo, favorable al Frente
Sandinista, puesto que la victoria política de la
acción tuvo el efecto de generar una nueva tendencia
dentro de la
organización que preconizaba el cambio de estrategia,
de la guerra popular campesina a la lucha clandestina en las
ciudades. La nueva tendencia había generado la
división del frente, conformándose la
fracción "proletaria".

De todos modos, el régimen salió duramente
golpeado y la lucha antigubernamental experimentó
nuevamente un ascenso que paulatinamente debilitaba al gobierno.

En 1976, el creciente desprestigio del régimen
ante sectores cada vez más amplios de la población
generó dentro del frente Sandinista una tercera
fracción, la de los "terceristas". Los representantes de
esta nueva fracción Sandinista sostenían que la
única manera de triunfar sobre Somoza consistía en
aglutinar en torno a un gran
frente unido a todos los sectores de la oposición,
incluyendo a la burguesía que cada vez en mayor
proporción le restaba su apoyo al dictador. Esto fue, por
demás evidente cuando el empresario
Pedro Joaquín Chamorro, dueño del periódico
opositor "La Prensa",
apareció asesinado y la opinión pública
acusó a Somoza de ser el autor intelectual del asesinato.
Por otro lado, las clases empresariales también se
veían afectadas por los monopolios que la familia somoza
ejercía en varios rubros de la economía. De este
modo, el régimen iba quedando cada vez más aislado
y, en esta situación, reaccionaba con mayor brutalidad
ante la oposición.

En 1978, el mismísimo Palacio Nacional fue
asaltado por comandos sandinistas, donde tuvieron de rehenes a
miembros del congreso. Nuevamente, lograron los sandinistas
liberar presos, recaudar recursos
económicos y publicitar sus comunicados contra el
régimen.

Todo esto se desenvolvía en medio de tremendas
protestas populares que exigían la salida de Somoza. Tanto
era el desprestigio del régimen que hasta en el exterior
comenzaron a manifestarse expresiones contra el régimen,
cuando Venezuela
cortó los suministros de petróleo a Nicaragua y una reunión
de la OEA
acordó gestionar para el reemplazo definitivo del
régimen.

Para comienzos del año 79, en toda Nicaragua
estallaban protestas sociales y sublevaciones. Entonces, las tres
fracciones sandinistas decidieron reunificarse y bajo un comando
conjunto desataron la ofensiva final al régimen. En julio
de 1979, Somoza tuvo que renunciar y huir de Nicaragua, mientras
tropas sandinistas hacían su entrada triunfal en Managua,
ante la algarabía de una población que veía
con regocijo el final de la dinastía de los
Somoza.

4.
La guerra vuelve.

Cuando los sandinistas tomaron el poder, mediante una
junta encabezada por el Comandante Daniel Ortega, emprendieron
inmediatamente un programa de
reformas estructurales en base a una reforma agraria que
confiscó tierras, principalmente a la familia Somoza, pero
también a otros latifundistas nacionales y extranjeros.
La tierra no
fue entregada individualmente a los campesinos, sino más
bien se estructuraron cooperativas
agrarias para planificar la producción.

Esta política estaba pensada para coordinar el
abastecimiento de la población con la Empresa
Nacional de Abastecimiento (ENABAS) y los ministerios de
comercio
interior y exterior. Se comenzaba entonces a establecer una
economía centralizada y fuertemente controlada por el
nuevo régimen que además había disuelto la
Guardia Nacional y establecido el Ejército, así
como la Policía sandinistas. En política exterior,
el régimen comenzó a alinearse junto con Cuba y los
países socialistas de Europa.

Si bien estas políticas
eran ya demasiado radicales como para que Estados Unidos pudiera
tolerarlas, los sandinistas además comenzaron a colaborar
a la guerrilla izquierdista salvadoreña que, ante el
influjo de la revolución sandinista, arremetía
contra el régimen en ese país. De este modo, la
región centroamericana, tradicionalmente aferrada a la
tutela
norteamericana, amenazaba con desprenderse de su
influencia.

En 1980, Ronald Reagan derrotó a J. Carter en las
elecciones presidenciales de Estados Unidos, tras una
campaña en la que el nuevo gobernante republicano
había acusado a su antecesor de ser el culpable del avance
del comunismo en el continente por su política
apaciguadora de conflictos. Se
diseñó entonces una nueva política desde el
pentágono para evitar la expansión de las
revoluciones, primero y derrocar a los sandinistas,
luego.

De este modo, Estados Unidos comenzó a organizar
a los opositores del régimen sandinista, compuesto
principalmente por oficiales de la exguardia nacional somocista,
y generó con ellos una guerrilla denominada "La Contra"
destinada a hostigar al régimen. Inicialmente los
sandinistas subestimaron a sus nuevos rivales, pensando que los
adherentes de Somoza no podrían nunca generar
adhesión popular. Sin embargo, el conflicto
tomó las características de una escalada
armamentista sin precedentes en la historia de la región.
Por un lado, el régimen sandinista recibió el apoyo
militar de Cuba y los países socialistas y en pocos
años se convirtió en el ejército más
fuerte de la región. Movilizó además a la
población mediante las Milicias Populares Sandinistas
(MPS). Por su parte, el gobierno de Reagan obtenía cada
vez mayores presupuestos
de su congreso para la Contra convenciéndolos que era la
única forma de detener el comunismo.

Cuando el presupuesto
asignado por el congreso norteamericano se mostró
insuficiente, la C.I.A. vendió armas a Irán
(rompiendo un embargo de las Naciones Unidas a
ese país, que los mismos Estados Unidos habían
propiciado) para destinar el dinero a la
contra. Se descubrió también que la misma CIA
estuvo involucrada en tráfico de cocaina para generar
recursos para la contra. De este modo, la maquinaria de guerra
que la subversión pudo generar fue tan grande que los
sandinistas pronto se vieron imposibilitados de vencer a sus
adversarios, más aún si se tiene en cuenta que la
contra tenía sus principales bases de operación en
la vecina Honduras y el tratar de liquidarlas habría
implicado pasar la frontera y
desatar una guerra contra el vecino país. La
situación del régimen sandinista se vio
todavía más afectada por una crisis
económica a raíz del embargo tendido por Estados
Unidos. Cuando la contra comprendió que el punto
débil de los sandinistas era el económico entonces
comenzó a realizar sus ataques a las cooperativas agrarias
generando desabastecimiento en la población.

Para fines de la década de los 80, la contra
tenía más de 25 mil hombres en armas que eran
reclutados, aprovisionados y armados por la CIA. Las zonas de
guerra, principalmente en la parte norte en la frontera con
Honduras desde donde operaba la contra, habían colapsado
completamente. La población huía de la guerra y la
situación se tornaba insoportable.

Finalmente, los sandinistas accedieron a la negociación auspiciada por los
países vecinos en la localidad guatemalteca de Esquipulas.
De este modo, los Sandinistas aceptaron convocar elecciones, ante
la creencia de que la población que los había
apoyado en la lucha contra Somoza nuevamente los apoyaría.
Sin embargo, para la población Nicaragüense estaba
claro que un triunfo Sandinista en las elecciones
implicaría la continuación de la guerra, puesto que
Estados Unidos estaba decidido a derrocar al régimen. De
este modo, en 1990 las elecciones dieron el triunfo a la UNO
(Unión Nacional Opositora) que había agrupado a
sectores empresariales de derecha a la cabeza de Violeta Barrios
vda de Chamorro.

De este modo, la Revolución Sandinista fue una
revolución truncada.

5. La Guerra Civil en El
Salvador.

El Salvador, el más pequeño de los
países centroamericanos, experimentó durante la
década 80, la guerra civil más sangrienta que se
tenga memoria en la
historia de Latinoamérica. Se trata de un país
con las típicas características agrarias y
tradicionales del resto del continente. Una oligarquía
terrateniente y ligada a inversionistas extranjeros generadores
de economías de enclave domina sobre una población
preponderantemente indígena y mestiza mediante su control
de un ejército que ha sido crecientemente solventado por
Estados Unidos para detener la subversión.

Las luchas políticas durante la década del
70 se caracterizaron por los tremendos fraudes electorales que
promovieron los militares para encumbrar en el poder al partido
político de las élites, irónicamente llamado
el Partido de la Conciliación Nacional, el PCN. Tanto el
año 1972, como el año 1977, el PCN fue derrotado
por la Unión Nacional Opositora (UNO) un conglomerado de
fuerzas políticas, que de ninguna manera eran radicales,
sino más bien intentaban una tímida reforma del
sistema
político salvadoreño. En ninguna de las dos
oportunidades les fue permitido gobernar puesto que los militares
convertidos en árbitros de la política de ese
país dieron el triunfo al PCN que continuó
gobernando de una manera claramente fraudulenta.

Era natural que una situación de esta naturaleza
lleve a muchos a la conclusión que el sistema
político no podría ser reformado por la vía
electoral y, entonces comenzaron a estructurarse pequeños
grupos
guerrilleros de clara influencia marxista inspirados en la
Revolución
Cubana.

De este modo, se creó el Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP), Las
Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (FARN), Las Fuerzas
Populares de Liberación (FPL) que embarcaron un proceso de
subversión armada contra el régimen del PCN. Una de
las características de esta lucha consistió en la
combinación de la guerrilla en las montañas junto
con acciones de
protesta en las ciudades desarrolladas por organismos populares
creados por estas mismas organizaciones.
La situación se tornaba claramente desestabilizadora para
el régimen que pronto recibió el apoyo
económico y asesoramiento militar por parte de Estados
Unidos que veía con mucha preocupación el desarrollo de
la subversión política en El Salvador.

Entonces comenzaron a surgir grupos paramilitares
organizados por las clases hacendadas y el gobierno con la
finalidad de eliminar a todos aquellos que en las ciudades
generaban protestas mientras que el ejército
arremetía contra las guerrillas en el campo. Como
resultado de esta tensa situación comenzaron a cometerse
asesinatos a los líderes de las organizaciones populares
que organizaban las protestas, mientras que en el campo el
ejército cometía masacres contra poblados
campesinos que apoyaban a las guerrillas.

A esta altura de los acontecimientos la situación
política ya se había desbordado y La
Revolución Sandinista en la vecina Nicaragua triunfante en
julio de 1979, se constituía en un aliciente para las
fuerzas revolucionarias que encontraban de este modo un aliado en
el exterior, además de una muestra de que la
vía revolucionaria para la toma del poder era
completamente factible. Por este motivo, los grupos guerrilleros
se unificaron en el Frente Farabundo Martí
para la Liberación Nacional (FMLN), tomando el nombre de
un revolucionario salvadoreño de la década del 30
que había combatido junto con Sandino y que después
liderizara una rebelión campesina en El Salvador en 1932
siendo asesinado posteriormente.

Se produce entonces un reacomodo de fuerzas, de tal modo
que las presiones estadounidenses llevaron al PCN a levantar su
"monopolio de facto" sobre el gobierno dando cabida a
políticos de oposición. De esta manera, Napoleón Duarte líder
del Partido Demócrata Cristiano de El Salvador, que
había sido parte de la Unión Nacional Opositora
(UNO) encabezará una junta de gobierno con el
propósito de mostrar que las fuerzas tradicionales que
habían generado el descontento popular ya habían
abandonado el poder.

De todas maneras, era ya tarde para intentar una
solución pacífica al conflicto. Las fuerzas
revolucionarias tenían propósitos mayores que el
simple desplazamiento del PCN del gobierno. La influencia de las
revoluciones cubana y sandinista los llevaban a formularse el
objetivo de
una revolución de tipo socialista.

En Enero de 1981 el FMLN intentará una ofensiva
final con el propósito de tomar el poder. Se trató
de un esfuerzo descomunal en el que las tropas guerrilleras
avanzaron sobre la capital San Salvador mientras que las
organizaciones populares intentaron pasar de la protesta al
levantamiento popular. El ejército, fuertemente
pertrechado por Estados Unidos, respondió a la arremetida
con tal fuerza que el intento de tomar el poder fue rechazado.
Las fuerzas guerrilleras comprendieron que su intento
había fracasado y se retiraron a las montañas para
emprender una guerra popular prolongada del mismo modo que los
sandinistas habían realizado durante prácticamente
dos décadas. Fue el comienzo de la guerra
civil.

Las características de esta guerra fueron
realmente sangrientas pues no solo se trata del enfrentamiento
entre las guerrillas y el ejército salvadoreño. Se
trata también de una confrontación de las fuerzas
paramilitares contra organizaciones populares que adquirió
la forma de una verdadera guerra terrorista en la que se
secuestran lideres políticos y se los asesina
después de graves torturas.

El ejército, por su parte, arremete contra los
poblados campesinos para intentar intimidar a la población
y así evitar que preste su apoyo a los guerrilleros. Entre
este tipo de actos destacan el asesinato del arzobispo de San
Salvador Oscar Arnulfo Romero que públicamente
había pedido al gobierno de Estados Unidos que deje de
prestar asistencia militar al gobierno salvadoreño. Otro
crudo ejemplo es la masacre de "El Mozote" donde se
cometió un verdadero genocidio eliminando a 1009 civiles
en diciembre del 81. También causó mucha
conmoción el secuestro,
violación y asesinato de cuatro monjas estadounidenses a
manos de las tropas del ejército.

Todo esto muestra que la situación en El salvador
había degenerado completamente por la intervención
de los paramilitares y su coordinación con el ejército a cuyos
mandos medios
habían penetrado verdaderos hampones. El mismo embajador
estadounidense reconoció que el líder de las
fuerzas paramilitares, Roberto D´Aubuisson, era "una
asesino patológico".

La guerra se desarrolló durante toda la
década del 80, hasta que los contendientes comprendieron
que ninguno de ellos podría triunfar. En 1991 se
firmó el acuerdo de paz, en México,
entre el gobierno del partido ARENA y el FMLN,
comprometiéndose el FMLN a levantar las armas para pasar a
la contienda electoral y el gobierno a investigar los
crímenes de guerra.

La guerra civil en el Salvador se llevó la vida
de 75 mil personas, una cifra espeluznante para un pequeño
país de 6 millones de habitantes. La Revolución
tampoco pudo realizarse.

BIBLIOGRAFÍA

  • Humberto Ortega Saavedra. 50 años de lucha
    sandinista.
  • Naciones Unidas. Informe para
    la comisión de la verdad para El salvador "De la locura
    a la esperanza".
  • Jaime Wheelock. Imperialismo
    y Dictadura.
  • Gregorio Selser. Sandino, General de hombres
    libres.

 

Carlos Alberto echazú
Cortéz

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